martes, 4 de junio de 2019

El no ser sigue siendo

Cada día me cuesta más escribir algo que alguien ajeno a mi entidad puedan comprender.
Cinco palabras con un sentido entre ellas, algo de coherencia.

Tú, que golpeas el teclado ¿no es esto lo que querías?
Hace apenas nueve o diez años, cuando te esforzabas por abrazar el caos.
Hace apenas una década, cuando no tenía idea de nada, pero nadie te exigía tenerla.

Ésto es lo que rogabas, lo que buscabas, lo que implorabas al cielo de la noche. Esto, que algo reventara en tu cabeza. Que algo colapsara. Tocar fondo, caer al tanque y brotar entre las impredecibles flamas de neón.
Ésto querías, volverte loco.

Pues aquí lo tienes. Y sorpresa, el sabor no era el que te habías creído. Sorpresa, por más que ríes ninguna montaña se derrumba ante ti.
Soñabas con fundirte con el arte y reventar la civilización, y la realidad sólo te devuelve un retrato de ti mismo, aquel que juró abrazar el caos, con sus espinas atravesando tu cráneo.

Estás muerto, por enésima vez. Y aunque tu cadáver tenga un rictus sonriente y la cara pintada, tu carne empieza a descomponerse y ya todos son testigos del hedor que arrastras.
Ya todos saben que lo único vivo en ti es una chispa de motivación.
Tan débil y desconcertada a éstas alturas, que se destroza arrastrando toda esa masa hacia un lugar incierto, por miles de carteles que señalan diversas direcciones, pero ninguno especifica a donde te dirige.

La existencia se parte la cara contigo, vieja, sádica y con susgarras heladas empapadas en bilis, ácido y sangre seca.

Cuando la muerte y la vida que te queda debaten hasta el infinito, tú sólo puedes gritarle a la eternidad y escuchas como tu eco se expande por el páramo del mundo.
Y vuelves a con lo que el horizonte aguarda, pero la tierra está llena de zarzas, el mar está helado y tú estás en carne viva.

El mundo real no tiene botón de pausa.
El mundo real no tiene botón de retroceso.
El mundo real no tiene botón de adelantamiento.
Sólo puedes dormir y esperar encontrar una respuesta, en alguna galleta en el barrio chino del mundo onírico.

Que les jodan a Sartre y a Camus. Que se calle Schopenhaüer, no necesitas más rudeza.
Que Cioran te explique cómo conservar las ganas de seguir pagando al feriante para subir a la noria.

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