martes, 7 de julio de 2015

Arráncate la cara

De nuevo en el sótano, lo único que pienso es en arrancarme la piel a tiras.
De un tiempo a ésta parte sólo siento el escozor de el último arañazo felino en mis vísceras.

Y no entiendo ese vaivén por su parte, ni esa fijación por la mía.
Que de mi sangre ellas siempre hacen abono.



Como prometí no llorar, me abrí a punta de navaja cada comisura hasta las orejas de par en par.
Nadie verá jamás el monstruo que me muerde desde dentro, ya no más.
Sonreiré hasta desfallecer, y reventaré contra el suelo con cara del más intenso placer. Y un charco negro engullirá todo mi cuerpo para iniciar la metamorfosis.


Yo no escribo poesía, sólo escupo jeroglíficos de lágrima ácida, humeando sobre trozos de mi piel.
No quiero métrica, no quiero musicalidad, no quiero más que imágenes oníricas de lo que sobrevuela por encima del caldero.

Arráncate la cara en silencio, mientras pareces inmune a todas las tormentas que invocan las sirenas. Sólo ellas, tan ajenas a todo, lloran lágrimas de plástico fundido sobre la piel del toro que no sufre, que se limita a embestir perdiendo el juicio por intentar mantener el control. Guardando sus corazón en una caja barnizada de color y rellena de espinas.
Recordando que gritar no alivia el dolor. Subiendo a una piedra y pedirle al cosmos pasar a ser parte de él.

Yo no pedí ser humano, ni morir. Sólo pedí existir.
Me voy por las ramas para no odiar a aquellas que me da por amar.

Veo puñales afilados volando y Prometeo no se adapta ni un ápice a sufrir. Es duro como un inmortal suplica su propia muerte.

Y ya no hay camino. Ni oscuro ni iluminado. Solo un precipicio cuyo final no se vislumbra.
No sé qué paso dar, cuando sueñas con ser un demonio y despiertas sin tener alas.

Y les da igual, otro perro ladrará. Otro DJ sacará su aguja y pinchará su vinilo. Otro trovador tocará la lira bajo su balcón mientras otro caballero se la tira antes de un bajón.
La historia de la salamanquesa a la que la oscuridad transmutó finalmente en dragón. Cuando la furia pide sangre de vírgenes, siempre aparece un caballero dispuesto a abrirte en canal.
Pero a ella le da igual, sobre las rosas que florecen de tus resto se lo montarán.


Lo he sido todo.
Renacuajo, ratón, lobo, león, humano, sombra, luz y dragón. Y siempre muere el mismo.
Ya sólo quiero ser etéreo.
Ya sólo quiero ser un monstruo del que nadie se pueda librar.
Quiero ser la pesadilla que, en el despertar oprime tus órganos con sus heladas garras.
Quiero ser el violador que te captura en tus sueños.
Quiero ser la sombra que te inquieta cuando se va la luz.
Quiero ser el frío.
Quiero apuñalarte de placer.
Quiero ser la voz que ni las pastillas logran hacer callar.
Quiero ser la obsesión, no el obseso.

Quiero estar presente, no quiero que me olvides.
Quiero ser tu enfermedad.
Quiero incrustarme en ti y dejarte sangrando cuando quieras arrancarte de mi.
Quiero ser el oscuro veneno que sustituya a tu sangre.
Quiero que sufras lo que me has hecho sufrir.
Porque te quiero. Pero no quiero.


Y por vuestra culpa, queridas. Sólo por vuestra culpa.
Tantas han sufrido.
Y por vuestra culpa, sirenitas. Sólo por vuestra culpa.
Tantísimo van a llorar las siguientes.

Porque ya no me queda alma, porque ya no me late el corazón, porque por dentro sólo me queda negror y porque pedís a gritos que mis caricias sean peores que un alud.
Ya no queda nada de mi.

La culpa fue de la bondad. La misma que escupís a la cara de todo el que no os trata lo suficientemente mal.






(Echo sin emociones. No basado en experiencias reales. Para que los frustrados se revuelquen en su odio. Por vosotros, blancos soldados corrompidos tras tantas dentelladas de sirena y convertidos en alimañas maliciosas y risueñas. Porque todos hemos estado ahí.)