viernes, 22 de julio de 2022

Dingo

 



Antes que la loca Megan y mucho antes que el templado Klaus... estuvo Dingo, uno de los animales más fascinantes que jamás he conocido.


Había pasado mi 13º cumpleaños, y hacía 6 meses que nos habíamos mudado a una casa en la montaña, a vivir. Al fin, como siempre habíamos deseado.


Comentábamos desde hace años que el día que tuviéramos una casa en la montaña podríamos tener ya perro, gatos y animales, en general.


Siempre había pensado en llamar a mi perro 'Coyote' Desde pequeño me refería a él con ese nombre, e imaginaba esa figura como un pastor alemán alto, imponente y con un pañuelo rojo alrededor de su cuello.


Bien pues como digo, hacía escasos días que ya había cumplido 13 años y eran las 8 de la noche. Me encontraba algo febril ya que eran los últimos días de invierno.Incluso recuerdo que acababa de tomar una sopa.Mis padres habían salido y mi abuela estaba en casa cuidando de mí y de mi hermana.


Finalmente escuché a mi padre y a mi madre volver. Escuché su coche. Cuando entraron al salón vi que había entrado con ellos un un pequeño animal, peludo, a cuatro patas. Realmente parecía un osito.


Lo primero que pensé al ver ese animal fue que mis padres habían venido con visita y esa visita tenía un perro, un cachorro.


Cuando fui a acariciarlo me miraron con cierta ternura y comprendí que ese cachorro sería mi regalo de cumpleaños. Lo miré a los ojos y dije "Dingo".


Desde ese día Dingo y yo fuimos inseparables. No era un niño solitario, ni me faltaban amistades. Pero mi casa se encontraba bastante alejada del núcleo del pueblo en el que iba al instituto, por lo que pase una adolescencia bastante aislada del mundo cuando no tenía que ir al instituto.


Tampoco me afectó mucho, pues yo era un muchacho con un gran mundo interno: dibujaba, leía, jugaba videojuegos.... nunca me afectó estas tan alejado de 'la sociedad'.


Y puede que Dingo tuviera una gran importancia en eso, pues era con él con el que pasaba largas horas paseando por el bosque imaginando, imaginando e imaginando... historias, aventuras, mundos de fantasía...


Sí, se podría decir que era un segundo hermano para mí. A veces incluso llego a caer en la cuenta de que nunca me dijo una sola palabra, pero tengo la sensación de haber tenido largas conversaciones con él.


Dingo era hijo de un perro de concurso, de una perra policía y nieto de un perro bombardero que perdió la vida salvando la de su dueño.


No sé, parece el perfil de un personaje ficción... pero realmente fue así.


Aunque siempre nos planteamos la posibilidad de apuntarlo a adiestramiento, lo cierto es que jamás hizo falta. Dingo parecía haber venido preprogramado con toda una serie de conocimientos, instintos y habilidades: comprendía muy bien lo que le tenías que decir, protegía la casa como un auténtico perro guardián entrenado y protegía a mi hermana, que por entonces era una niña de escasa edad, de cualquiera que le hiciese llorar.


Era bastante "machito" pues curiosamente cuando lo abrazaba una mujer parecía disfrutar mucho, pero cuando lo abrazaba un hombre empezaba a gruñir.


Nunca hizo daño a ningún hombre pero era curiosa esa diferencia al momento de recibir a una mujer y recibir a un hombre.


Y así fue creciendo como uno más de la familia.


Pasaron los años y yo también fui creciendo y convirtiéndome en un hombre. Con él a mi lado.


La vejez lo atacó como a tantos y tantos pastores alemanes, sufriendo fuertemente de un dolor en las caderas que le acabó inutilizado sus patas posteriores.


En mi casa, bajando unas escaleras en la terraza, hay un jardín, y ahí es donde Dingo pasó su vejez.


Yo bajaba, lo cogía en brazos y lo volvía a subir la terraza cada noche, pues debido a su problema él podía bajar las escaleras pero, no podía subir de forma autónoma.


Un 25 de junio llegué a mi casa del trabajo y lo encontré en el mismo jardín, tumbado, y yo, bastante asustado, acudí a él.


Seguía vivo, pero respiraba muy fuerte.


Parece como si no se pudiera poner en pie ni con sus patas delanteras, y únicamente movía un poco las patas y los ojos...


Jamás olvidaré esa mirada como despidiéndose, ni esa sensación de impotencia en la que ves como tu hermano agoniza y tú no puedes hacer absolutamente nada para cambiarlo... saber que seguramente ha llegado el fin...


Lo abracé, lloré y pasé la tarde a su lado.


Él, como he dicho, siempre bajaba al jardín, así que entendimos que ese era el sitio en el que más cómodo se sentía.En el que más paz encontraba.


De modo que esa noche, siendo ya verano, decidimos que pasara la noche en el jardín donde parecía ser que disfrutaba tanto.


A la mañana siguiente seguía vivo, y yo me alegré de que superase esa noche.


Aunque claramente no iba a durar mucho más.Estoicamente me fui a trabajar y a mitad de la mañana mi madre me comunicó la triste noticia: Dingo nos había dejado finalmente ese 26 de junio.


No caben tantos momentos ni sensaciones durante más de 15 años en un escrito como éste.


Sólo quería rendirle un tributo. Recordarlo, en un día como éste.


A veces siento que sigue en casa, vigilando y cuidando de todos. Incluidos Megan y Klaus.


Incluso puede que ellos lo sientan.... de alguna manera... Klaus tiene una complexión y un carácter muy parecido a él.


El gran Dingo