jueves, 31 de diciembre de 2020

2020

 2020...


La verdad es que no soy de hacer un resumen del año. Quizás alguna vez lo he hecho, pero no entra en mis métodos.

Sin embargo éste año ha sido algo realmente excepcional.
Ha sido el año de inflexión, el antes y el después.

Nunca antes un año aparentemente tan vacío ha tenido tantísimo contenido.

Éste año ha sido puro contenido onírico. 

He descendido a lo más profundo de los infiernos y he pasado temporadas en el paraíso.
No caben tantas lecciones ni pruebas de la vida en este modesto resumen.

Empecé el año siendo una persona y lo acabé siendo otra bastante diferente.


La oxidada máquina de vapor de mis emociones se ha sobrepasado hasta el punto de haber sido devorada por la entropía.
Siento  que algo dentro de mi ha cambiado. No sé si se ha roto o simplemente se ha encallecido. 

Me he visto en cuatro mil callejones sin salida, entre las espadas, las lanzas y los cañones.
Y he tenido aprender a saltar al vacío.

Me he visto agitado por el violento huracán al que te arrastra confiarle tu alma a alguien que te la ha confiado a ti

He estado tan cerca de la fragilidad humana, propia y ajena, que ambos hemos nos hemos agrietado mutuamente. No sin antes fundirnos en un oscuro y apasionado beso.

He pasado una temporada en el limbo, sin más compañía que las sombras que se alojan en mi y el inhóspito aullido del bosque.

A mi, que normalmente se me veía sin ropa, me han visto desnudo.
Me han decepcionado, y he decepcionado a varios empezando por el niño que fui.

He conocido la ácida ansiedad que nace al despertar cada día en la remota isla de la evidencia, donde las excusas y las justificaciones son crimen capital. 

Me he enfundado el traje de exégeta y tatuado en mis vísceras el retrato y moraleja de cada herida, rasguño y cicatriz.


Perdido entre las nieves de mi Himalaya personal, vagué sin rumbo,  y en una cueva perdida destrocé abrigo, piel y parte de mis huesos en encender una hoguera. Con las pocas fuerzas que me quedaban esculpí en roca mi propia efigie, me abracé con toda mi pasión, después la devoré y tras mi último suspiro caí muerto sobre el fuego.


Me asomé al abismo y el fantasma de  Nietzsche me empujó, precipitándome durante días que se convirtieron en meses. 

Cuando me estrellé contra el fondo no sentí dolor. O quizás sí, pero  un retorcido placer lo eclipsó.El masoquismo y el estoicismo confluyeron en mi, y me fasciné con el sabor de mi propia sangre.Desde ahora cada herida sería un festín.

Nietzsche sonrió y me devolvió a un mirador remoto de Corbera. Un Aleph neblinoso desde donde, paradójicamente, lo veía todo claro a mi alrededor.

En Barcelona, el ser humano seguía igual, incluso más marchito. Y Diciembre de 2020 estaba en sus horas bajas....

Antes de su muerte, me arrodillé en sus faldas. Pestilente, ulceroso y entre lágrimas me pidió perdón, arrepentido. Yo era el único que había acudido a acompañarlo en sus últimos estertores.Entonces le di un abrazo, le agradecí cada segundo de placer y cada lágrima que me obligó a derramar.

2020, fue un cementerio en el que millones trascendieron y se volvieron inmortales.Otros tuvimos que aprender a serlo.


¡Feliz y próspero 2021!


jueves, 17 de diciembre de 2020

Entrevista ficticia

Trabajo de la universidad 
(Basado en la entrevista a Marcel Duchamp: https://ddooss.org/textos/entrevistas/entrevista-a-marcel-duchamp )


Soy algo así como un ermitaño. Vivo en la montaña, pegado al bosque y ajeno a los problemas que tanto parecen preocupar a la gente civilizada.
No estoy muy en sintonía con el arte contemporáneo ni suelo visitar exposiciones o museos. Puede que el deseo o necesidad de integrarme en el mundo del arte, esa suerte de círculo o gremio de los artistas, me impulsó a estudiar Bellas Artes, imagino.
Pues siempre he hecho arte, pero nunca supe como funcionan los mecanismos del negocio.

-Su nombre se asocia a menudo con el de John Cage
¿De veras? Lo cierto es que no lo conocía y recientemente investigué un poco acerca de él.
Su filosofía, tan relacionada con el azar, lo aleatorio… considero que comulga graciosamente con la mía.
Sé que también se le asociaba a Marcel Duchamp y no puedo más que sentir que es un honor que se me relacione con semejantes colosos. 
Aunque mi poca modestia, que algo tengo, me obliga a desmentirlo todo *risas*

-¿Cuáles son sus relaciones con Erik Satie?
Sé que fue un pianista y uno de los mayores impulsores del teatro del absurdo. La música a piano me hechiza y el teatro del absurdo me absorbe. Admiración. No puedo más que sentir admiración.
Lamento no dar una respuesta más culta o sofisticada, pero pese a mi eremitismo, no puedo evitar ser un hombre del siglo XXI y reconozco que pierdo mucho el tiempo libre en necedades en lugar de investigar sobre figuras como Erik Satie más profundamente. Tengo una larga lista de personajes sobre los que informarme que engrosa día a día.

- ¿A usted no le gusta la música?
Por supuesto que sí. La música es una de las artes más potentes para afectar el alma.
Bien pensado, cualquier arte es potente para afectar el alma… pero desde luego la música es la más accesible y popular huy día.
Lamentablemente no soy uno de esos melómanos que conocen la historia de la música de cabo a rabo, ni todas sus ramas, ni cada uno de sus autores.
Me sacas de mis cuatro o cinco artistas del sonido habituales y queda patente mi completa incultura musical. 
Aunque es cierto que puedo escuchar casi de todo. Tengo amistades que consumen todo tipo de música, y la consumen a mi lado. Incluso esas cacofonías de hoy que, con prepotencia, se autodenominan ´música´.
Pero, como con todo, vivimos en una sociedad donde triunfa lo que apoya la mayoría, porque sus gritos se oyen más.
Como dijo el gran Marcel Duchamp: “Democracia, mediocridad”

-Eso que usted afirma no es muy democrático, que digamos…
Ocurre que yo no soy demócrata. “Demos”, el pueblo, en mi opinión ha demostrado ser una masa necia y aborregada que, aunque muy potente, no parece escoger bien sus batallas ni sus métodos. La mayoría rara vez tiene razón, y eso es un hecho.
Un sistema que da la razón a lo que opine la mayoría de una masa necia y fácilmente manipulable me parece un sistema equivocado.
Es la masa la que crea la sociedad, y esta a su vez lo envenena todo. 
No es que yo deteste al ser humano, pues yo amo al individuo, pero siento un profundo desencanto con la masa humana. 

-Eso es cierto. En el Museo de Arte Moderno de París a menudo se encuentra uno con cuadros que complacen a todo el mundo.
O al menos a la mayoría, sí. El arte hoy se ha convertido en una pancarta al servicio de una u otra ideología o moralina imperante.
Parece como que al artista los temas le vienen en un inventario, para elegir… y el trabajo artístico cada vez resulta más pobre.
El arte debería ser la expresión del cosmos interno de su autor, en lugar de un panfleto moralizante o una obra vacía llena de pretensiones vanidosas.
Gracias al estudio de Bellas Artes logro comprender mejor todas estas obras, sin embargo no logro conectar del todo con ellas.
No sé cuanta crítica social sobre esto o aquello he visionado ya o de cuantos objetos con ínfulas de ready made he tenido noticias. 

-¿Hay falsificaciones de obras de Duchamp?
No puedo afirmar eso, porque no sé exactamente que pretendían los autores. Pero hago suposiciones, y estas son que la obra de Duchamp se ha malinterpretado al servicio de la pedantería.
Las obras de Duchamp, al menos a mi juicio, eran una burla al arte, a la razón, a la seriedad… eran un tributo al absurdo, al caos.
Hoy se interpretan como una sesuda crítica a conceptos retorcidos con definiciones aún más pomposas y aburridas.
Él hizo antiarte, nihilismo objetual y muy original. Hoy han mancillado su legado, los mismos a los que criticó.
Tiene sentido, en cierto modo.

-¿Entablaría procesos legales contra los falsificadores a los que se les ocurriese copiarlo (a usted)?
Bueno, supongo que me molestaría. Sin embargo, no recurriría a aburridos procesos legales que pudiesen alargarse hasta el infinito.
No, supongo que utilizaría los medios posibles y necesarios para que la verdad se supiese. También considero que hace falta mérito para poder llevar a cabo una falsificación de forma manual, artesanal.
Si alguien falsifica una obra de un reputado autor desde luego eso significa que tiene el talento técnico necesario para estar a su nivel en ese aspecto… y eso deberíamos valorárselo. También sería arte, entonces, la falsificación ¿no es cierto?
Además es un tributo, en cierto modo, al autor.
Y si yo fuese ese autor me sentiría algo halagado, pues se está reconociendo su importancia. 
Desvelar la verdad sería una buena estrategia de marketing para ambos. Uno por su importancia y otro por su talento.

-¿Usted siempre ha estado interesado por el surrealismo?
Y por el Dadaísmo. Desde que tuve mi primera noticia acerca de el movimiento, en el instituto… estudiando las vanguardias literarias.
Fue una pincelada rápida, pero suficiente para despertar una fascinación en mi que ha ido creciendo hasta el día de hoy.
Ambos movimientos me han interesado siempre especialmente por su filosofía, que parecía adecuarse a la amalgama de ideas que albergaba en mi mente.
En Bachillerato decidí hacer mi trabajo de investigación sobre éstas vanguardias y cuanto más descubría más convencido estaba en que Dadá y el Surrealismo eran mi lugar.
Eso sí, nunca podrá perdonar a André Bretón que politizara algo tan exquisito. Aunque al fin y al cabo él era su ideólogo.
Si alguien tenía algún derecho de hacerlo, ese era Bretón.

-Cuando se habla de Dadá se cita siempre el binomio Duchamp-Picabia ¿por qué?
Imagino que por que eran las dos figuras más destacadas dentro del movimiento.
A la gente le gustan los binomios, que la moneda tenga dos caras, que exista una dualidad, aunque esta no sea de opuestos. La gente excita su vanidad al formar parte de un grupo y más si lo han elegido ellos. Los binomios permiten a las personas decantarse y posicionarse en algo, estimulando así su autoconcepto.
Es muy democrático, como a ellos les gusta.

-Su vida se ve como una trayectoria definida ¿es esto así o se trata de una ilusión retrospectiva?
Me gustaría ser humilde y decir que no. Pero en cuanto a recorrido, siempre he tenido muy claro hacia donde he querido dirigirme.
De niño quería dedicarme a las ciencias o al arte, una vez dentro del arte tuve medianamente claro qué ramas y disciplinas me interesaban. 
Aunque por supuesto conforme uno avanza todo se ramifica, siempre he sabido qué me interesa y qué no.
Esto a menudo me preocupa, porque temo tomar ciertas decisiones demasiado rápido o de forma superficial. Pero ocurre que cuando me detengo a mirar hacia atrás y repasar mis pasos, me doy cuenta que rara vez he tomado el camino equivocado.

-¿No le satisface la promoción social del artista?
Lo que no me satisface es tener que depender tanto de la fama o la reputación. Porque es algo muy voluble y encima procura al individuo complejos de diversa índole. Un artista reputado se relaja y deja de permitir que aflore su genio para complacer a su público. Y ese genio acaba por marchitarse y desfigurarse. Y a partir de eso el artista va siendo cada vez más olvidado.
Creo que un artista, hoy día, ha de saber hacer ruido. Llamar la atención. El mercado no compra tu obra, te compran a ti. 
No sabes cuantos realmente aman lo que haces y cuantos simplemente te aprecian por la posición que ocupas.
En cualquier caso considero que uno siempre ha de ser fiel a si mismo, porque ha sido esa fidelidad a tu identidad la que te ha permitido escalar.
Has de hacerlos por ti, por tu posición en el mercado y por todos aquellos que de verdad conectan con tu trabajo.
Y si puedes fundir tu persona con tu obra, mucho mejor. Por eso admiro tanto a Salvador Dalí.


(No se incluyen más preguntas de la entrevista original por hablar de obras concretas sobre sus obras que sólo podría responder el autor de las mismas)